Ajo
Para suavizar el ajo, trínchalo con un cuchillo sobre la tabla mientras le agregas un poco de sal hasta formar una especie de crema.
El ajo es una planta liliácea, de la familia de las cebollas, cuyo bulbo blanco, redondo y compuesto por varios gajos llamados dientes, desprende un fuerte olor y constituye un condimento esencial en las cocinas de los países mediterráneos y del oriente medio. Por lo general un sólo diente suele bastar para aromatizar un plato, aunque ello no impide que exista una receta de pollo que lleva 40 dientes de ajo.
Cuando un diente de ajo se guisa pelado, pero no cortado, su aroma es mucho más suave.
Un diente de ajo se pela fácilmente dándole un golpe con la maza. La piel se desprenderá enseguida. También lo conseguirás si lo blanqueas previamente.
Conservando los ajos en un frasco de vidrio, cerrado, se pelan luego con mayor facilidad.
El olor a ajo en las manos puede quitarse frotándolas con sal y lavándolas entonces con agua fría.
Para que el ajo no provoque problemas en la digestión conviene quitarle el brote verde que lleva el diente en su interior.
El olor a ajo se elimina del aliento masticando unas briznas de perejil o unos granos de café.
Si pelas un diente de ajo y lo clavas en la tierra de la maceta de tus plantas podrás mantener alejados a algunos parásitos. Su efecto dura un mes aproximadamente, transcurrido el cual habrás de sustituirlo por otro nuevo.
Para conservar las cabezas de ajo durante tiempo guárdalas a la temperatura más baja posible, sin congelarlas, y con una buena circulación de aire. La humedad ambiente debe rondar el 65%. De todos modos, si empiezan a brotar tallos verdes de las cabezas, quiere decir que ha llegado el momento de darles la vuelta, tras haber cortado los brotes verdes, que comunican un desagradable sabor amargo al ajo
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